lunes, 6 de agosto de 2012

CONSECUENCIAS DE LA DESESPERACION


Lectura del día: Génesis 16

 «Entonces ella tomó a Agar, la esclava egipcia, y se la entregó a Abram como mujer.  Esto ocurrió cuando ya hacía diez años que Abram vivía en Canaán» (Gén.16:3).

Diez años.  Este es un tiempo considerable, sobre todo si tomamos en cuenta que hay por delante una promesa o beneficio que recibir.  Muchas veces hemos recibido departe de Dios una palabra de esperanza y él ha hecho pacto con nosotros, tal como lo hizo con Abram (Gén.15); el asunto está en considerar hasta qué punto estamos dispuestos a esperar el tiempo que Dios estima necesario para recibir lo prometido. 
Saray, la esposa de Abram, no había tenido hijos.  Era estéril y aunque Dios les había prometido que iban a ser fructíferos y que la descendencia de Abram iba a ser como las estrellas del cielo, Saray, al parecer, tenía sus dudas; dudas que se fueron incrementando conforme pasaban los años.  Así que comienza el proceso de la desesperación y ofrece una alternativa “brillante”: “Acuéstate con mi esclava Agar”.  Alternativa que Abram es su desenfoque, aceptó.
La desesperación es una pérdida total de toda esperanza y casi siempre nos lleva a la queja y al juicio por la imposibilidad de obtener lo que deseamos.  Saray dijo: “El Señor me ha hecho estéril” (V.2b)  y luego le dijo a Abram: “Tú tienes la culpa” (V.5b).  ¡Qué bien!  Sucede que muchas veces nosotros tenemos la “brillante idea”, luego culpamos a Dios y luego a la persona envuelta.  ¿No es este un proceso conocido?  Hay situaciones en la vida en donde hacemos honor al proceso que Saray movió y vivió.  Por ejemplo: Tengo la brillante idea de salir con un chico, aunque no sea creyente, aunque Dios me prometió fidelidad en este asunto, luego el chico me falla y yo culpo a Dios y luego al chico; o tengo la brillante idea de dejar a mi esposo solo, sin apoyarlo, sin estar pendiente de él y luego él de desenfoca, se acuesta con otra y aunque es también su responsabilidad, yo no asumo mi parte y digo: Dios tiene la culpa y mi esposo también.  Tenemos la tendencia de victimizarnos por las  cosas que nos ocurren. 
Saray comienza a afligir a la egipcia, quien también aprovechó la situación para no someterse a su ama, es decir, que un error conlleva a otro, volviéndose en ocasiones una cadena.  Producto de la actitud de Saray, Dios comienza a escuchar el clamor de su opuesta Agar.   La buena noticia es que Dios es fiel a sus promesas y a pesar de todo, Saray pudo ver la mano de Dios al concebir a su hijo, pero tuvo que probar las consecuencias de la desesperación.
Que el Señor nos ayude a esperar confiados en sus promesas, las cuales son fieles y verdaderas, sabiendo que para él un día es como mil años, porque en él no hay tiempo ni sombra de variación.

                                                       Buenos días.

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