Lectura del
día: Génesis 16
«Entonces ella tomó a Agar, la esclava egipcia, y se la entregó a Abram
como mujer. Esto ocurrió cuando ya hacía
diez años que Abram vivía en Canaán» (Gén.16:3).
Diez años. Este es un tiempo
considerable, sobre todo si tomamos en cuenta que hay por delante una promesa o
beneficio que recibir. Muchas veces
hemos recibido departe de Dios una palabra de esperanza y él ha hecho pacto con
nosotros, tal como lo hizo con Abram (Gén.15); el asunto está en considerar
hasta qué punto estamos dispuestos a esperar el tiempo que Dios estima
necesario para recibir lo prometido.
Saray, la esposa de Abram, no había tenido hijos. Era estéril y aunque Dios les había prometido
que iban a ser fructíferos y que la descendencia de Abram iba a ser como las
estrellas del cielo, Saray, al parecer, tenía sus dudas; dudas que se fueron
incrementando conforme pasaban los años.
Así que comienza el proceso de la desesperación y ofrece una alternativa
“brillante”: “Acuéstate con mi esclava Agar”.
Alternativa que Abram es su desenfoque, aceptó.
La desesperación es una pérdida total de toda esperanza y casi siempre
nos lleva a la queja y al juicio por la imposibilidad de obtener lo que
deseamos. Saray dijo: “El Señor me ha
hecho estéril” (V.2b) y luego le dijo a
Abram: “Tú tienes la culpa” (V.5b). ¡Qué
bien! Sucede que muchas veces nosotros
tenemos la “brillante idea”, luego culpamos a Dios y luego a la persona
envuelta. ¿No es este un proceso
conocido? Hay situaciones en la vida en
donde hacemos honor al proceso que Saray movió y vivió. Por ejemplo: Tengo la brillante idea de salir
con un chico, aunque no sea creyente, aunque Dios me prometió fidelidad en este
asunto, luego el chico me falla y yo culpo a Dios y luego al chico; o tengo la
brillante idea de dejar a mi esposo solo, sin apoyarlo, sin estar pendiente de
él y luego él de desenfoca, se acuesta con otra y aunque es también su
responsabilidad, yo no asumo mi parte y digo: Dios tiene la culpa y mi esposo
también. Tenemos la tendencia de
victimizarnos por las cosas que nos
ocurren.
Saray comienza a afligir a la egipcia, quien también aprovechó la
situación para no someterse a su ama, es decir, que un error conlleva a otro,
volviéndose en ocasiones una cadena.
Producto de la actitud de Saray, Dios comienza a escuchar el clamor de
su opuesta Agar. La buena noticia es
que Dios es fiel a sus promesas y a pesar de todo, Saray pudo ver la mano de Dios
al concebir a su hijo, pero tuvo que probar las consecuencias de la
desesperación.
Que el Señor nos ayude a esperar confiados en sus
promesas, las cuales son fieles y verdaderas, sabiendo que para él un día es
como mil años, porque en él no hay tiempo ni sombra de variación.
Buenos días.
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