viernes, 10 de agosto de 2012

PAGANDO EL JUSTO PRECIO

Lectura del día:  Génesis 23


Entonces Abraham se convino con Efrón, y pesó Abraham a Efrón el dinero que dijo, en presencia de los hijos de Het, cuatrocientos siclos de plata, de buena ley entre mercaderes (Gén.23:16).


¿A quién no le gusta que le regalen algo?  Hay un dicho popular que dice:  “A quien no le dan, que no coja”.  Pero hay cosas por la que es necesario pagar el precio, sobre todo si son de mucho valor.
Abraham se ve frente a la triste noticia de que Sara, su esposa, había fallecido.  Murió en Hebrón, en la tierra de Canaán, y Abraham hizo duelo y lloró por ella.  
Necesitando un lugar para darle digna sepultura, fue a hacer negocios con los hititas.  Para los del área, Sara era realmente una princesa.  Podríamos decir que debido a la influencia que tenía y su belleza incomparable, era una mujer considerada especial.  Ellos declaran a Abraham como un príncipe poderoso entre ellos (V.6) y estaban ofreciendo gratuitamente a Abraham un espacio para sepultarla.  Abraham estaba interesado en un lugar específico: La Cueva de Macpela.  La razón por la que quería ese lugar no se revela en las escrituras; hay muchas leyendas judías alrededor de esa compra, pero lo cierto es que Macpela podemos verla como un inicio de la posesión que Dios había prometido a Abraham y a su descendencia.  Abraham hace un acto de redención, comprando el terreno.  Vivía en ese lugar como extranjero, pero este simple acto marcó el comienzo de la historia de un pueblo.  Una nación grande, tal como Dios lo había prometido.
Creo que este acto es una tremenda representación de la redención que Jesús hizo.  Nos compró a precio de sangre.  Pagó con su vida y al aceptar el pago, pasamos a ser posesión suya.  Pero también es un llamado de reflexión acerca de lo que recibimos.  No todo se recibe, aunque sea de buena fe.  Muchas veces tenemos que pagar el precio para poder tener el total y absoluto derecho.  Hay personas que con su buena fe quieren ayudarte a resolver problemas, ya sea de matrimonio, de estudios, de compra y venta, de trámites de viajes etc, pero al no pagar el precio, tarde o temprano ese bien o beneficio te puede ser quitado.  Dios es un Dios justo.  Por ejemplo:  “Pero divórciate y cásate con mi hermana y luego recibes los papeles de residencia”, “Pero pasa con mi carnet del seguro, después de todo no tiene foto”, “Pero ven a vivir para acá, que después nos casamos”, y así, vamos recibiendo una serie de ofrecimientos y bienes que tarde o temprano nos dejan en la calle o desnudos.
Abraham estaba convencido de que debía pagar el precio, pues era la única forma de demostrar que lo que había recibido realmente le pertenecía.    La cueva de Macpela dejó de ser de los hititas y pasó a ser propiedad de Abraham y su familia.  Allí están los primeros patriarcas enterrados, es un precio pagado que ha perdurado por miles de años.  Esa cueva además le dio el derecho sobre los árboles y los límites de alrededor.  Fue una transacción completamente legal que además se hizo pública y en presencia de testigos, porque nada que se hace de manera ilegal puede ser publicado. 
Paguemos el precio.  Jesús lo pagó por nosotros en la cruz y Dios desea que andemos en rectitud, pues es la única forma de decir: tengo el derecho, porque he pagado el precio. 

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