Lectura del día: Génesis 24
“Luego Isaac llevó a Rebeca a la carpa de Sara, su
madre, y la tomó por esposa. Isaac amó a
Rebeca, y así se consoló de la muerte de su madre”.
(Génesis 24:67)
Es imposible dejar de comentar este relato de la
Biblia. Todos los predicadores y
estudiosos de la palabra de Dios han comentado acerca de este maravilloso episodio
en la vida de Isaac. Muchos lo han
relacionado con la escogencia de una esposa o esposo mediante una señal departe
de Dios, otros lo aplican en los mensajes sobre el yugo desigual y otros
simplemente hablan del amor en base a la fe y la decisión, lo cual para mí es acertado. Pero esta vez, no quiero seguir comentado
acerca de lo que todos hemos escuchado o
leído, sino que quiero compartir algunos puntos que me llaman la atención
acerca de la persona de Rebeca.
Rivkáh,
nombre en hebreo de nuestro personaje, era
una joven pariente de Abraham. Era su sobrina-nieta. Su nombre se desprende de un
significado extraordinario y muy relacionado al hecho que le sucedió en su
juventud. Rivkáh significa la que
encadena con deseo y se refiere a una cuerda o nudo corredizo que no es fácil
de desatar, utilizado para atar los ganados, pero los ganados gordos, deseados
y de buena calidad. Es una palabra
aplicada a aquello que atrae por su belleza, por lo que podemos deducir que
Rebeca era una mujer muy hermosa.
Después de
todo lo acontecido en el camino con las señales, Rebeca se dirige a su casa junto
al criado de Abraham. Allí se comienza a
tejer su futuro. Dios mismo lo había concebido.
La madre y hermano de Rebeca habían solicitado al criado que partiera y
dejara a la joven en la casa por diez días, probablemente para prepararla y
hacer algunos arreglos. Sin embargo, la
respuesta de Rebeca es determinante en el asunto. Al preguntarle si quería irse con el criado,
ella contestó sin titubeos: Sí.
Rebeca se fue, y en el camino Isaac sale al
encuentro. Al levantar la vista y verlo,
se cubrió el rostro con su velo, denotando ser una joven de honra, es decir, que
era una mujer que guardaba también las disciplinas que se le habían
enseñado. Pero lo que más me llama la
atención es lo siguiente: “Isaac amó a Rebeca”. Ese amor denota tiempo, es como si estuviera
diciendo: Isaac no tenía corazón más que para ella. Lo que quiere decir es que en todos los años
que estuvo a su lado, Rebeca se hizo amar.
¡Maravilloso! Una mujer que
conquistó el corazón de su marido, al punto de que ocupó la carpa de su suegra
(fallecida), lo cual en la costumbre judía (no en la nuestra, por si acaso),
era un símbolo de respeto y distinción. ¿Cómo
lo logró? ¿Qué fue lo que hizo?
Rebeca demostró ser una mujer de carácter, lista
para lo que le esperaba. Una jovencita
de tan solo aproximadamente 15 años, tomando una decisión sin precedentes. Iba a ser la nueva matriarca, sucesora de Sara
y por eso las cualidades eran importantes: Hermosa, de carácter y pura
(virgen). Pero también podemos ver en
ella su servicio y diligencia (Gén.24:20)
Todo lo que hizo con el siervo de Abraham, lo hizo sin condiciones ni
quejas. Recordemos que había muchas
mujeres buscando el agua en el pozo en ese momento, pero ella fue la que hizo
el acto de misericordia. Era una mujer sumamente
educada y cortés, y eso se nota en la manera de contestar en cada uno de los
versos del relato. No se dejaba
deslumbrar por lo material, pues cuando recibió los regalos (Gen.24:22) no se
inmutó sino que fue Labán quien se fijó en esos presentes valiosos. Fue motivo de gozo y consuelo para su marido:
“Y se consoló Isaac…”(v.67). Erar una mujer
de iniciativa, lista para la labor que en cualquier momento tenía que desempeñar. No le preocupaba en lo absoluto el nuevo
estilo de vida. Seguramente que en su
casa como soltera estaba feliz, no tenía necesidades y además tenía criadas y
nodrizas, sin embargo, no reflejó temor al cambio. Este es un ingrediente de fe y de decisión
basada en la confianza plena en la voluntad de Dios para su matrimonio.
La reflexión que Dios trae a mí es la siguiente: ¿Estoy
yo como esposa dispuesta a someterme a la voluntad de Dios? ¿Estoy tomando las decisiones del hogar con firmeza? ¿Cómo ha sido el trato hacia mi esposo
durante todos estos años? ¿Estoy siendo diligente y misericordiosa, servicial y
de buena presencia ante sus ojos? ¿Cumplo con el rol que Dios ha establecido
para mí como mujer? ¿Soy para él de consuelo en los momentos difíciles; y de gozo y alegría para su vida? El deseo de Dios para cada matrimonio
cristiano es que se construya la entrega y servicio del uno para con el otro. Dice Josh McDowell que la definición de amor
es “cuidar y proveer”. Es como darse uno
mismo por entero al otro (Amando como se ama al propio cuerpo). De esa forma, reflejamos también a Jesús en
nuestra vida y en nuestro hogar. Que el Señor nos fortalezca, para que cada día
ganemos el corazón de nuestros esposos.
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