miércoles, 7 de septiembre de 2016

GUARDA TU CORAZÓN CON DILIGENCIA

Cuida tu corazón más que otra cosa,
porque él es la fuente de la vida.
Evita el decir cosas falsas;
apártate de la mentira.
Mira siempre adelante,
mira siempre de frente.
Fíjate bien en dónde pones los pies,
y siempre pisarás terreno firme.


Si nuestro corazón fuera expuesto ante los demás, si fuera abierto para colocar allí una pantalla ¿qué verían los demás?  Igualmente con nuestra mente.  Si la mente fuera desnudara por completo ¿qué verían allí?  Es bueno pensar en esto, y hablo de los demás porque las personas no siempre pueden conocer lo que hay en nuestro interior, pero Dios sí, pues Él lo ha visto todo, a Él no lo podemos engañar.

El capítulo 4 de Proverbios nos llama la atención acerca de todo esto.  A veces aparentamos algo, pero hay algo sucediendo en nuestro interior que no es del agrado de Dios.   Puede ser que nos veamos alegres, conformes, contentos, pero por dentro estemos molestos, airados, resentidos o adoloridos.  Podemos mostrar a una persona respeto y cariño exterior, pero es probable que por dentro tengamos sentimientos de rechazo.  Puede ser que nuestros sentimientos y deseos no estén conectados con lo que mostramos.  Guardar el corazón con toda diligencia es un compromiso ante Dios. Debemos cuidarlo más que otra cosa porque el corazón, es decir, nuestros pensamientos conectados a nuestros sentimientos son fuente de vida o pueden convertirse en una fuente amarga que termina dañándonos o dañando a los demás.

Guardar el corazón tiene que ver con usar bien la razón.  El corazón puede mostrarte algo que si lo analizas profundamente es probable que no sea correcto y que no te convenga.  No podemos negar que muchas cosas que hemos sentido al volverlas acciones nos han traído serias dificultades.   Jesús dijo que del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias (Mateo 15:19), pero por supuesto, de allí salen también las buenas intenciones que son las que debemos cultivar,  y lo más serio de todo esto es que Dios las conoce todas.    David cometió grandes errores, sin embargo, Dios dijo que tenía un corazón conforme a como Él deseaba.  Todos cometemos errores, pero pienso que Dios toma muy en cuenta las motivaciones, es decir, aquello que nos lleva a alojar algo en la mente, para luego darle cabida en el corazón y después volverlo una acción que puede ser ejecutada de distintas maneras. 

Hay acciones pensadas y albergadas que terminan siendo una tragedia.  Esa es la razón por la que escuchamos en las noticias a personas que después de haber cometido un crimen contra su familia testifican que no saben cómo llegaron hasta ahí; sus vecinos y relacionados quedan asombrados por ser personas cuya forma de comportarse  no guarda en lo absoluto relación con el hecho cometido. Lo que sucede es que se infiltra un mal pensamiento que es constantemente meditado y se alberga como un sentimiento en el corazón;  cuando la presión de ese sentimiento explota y esa voz interior comienza a brotar en base a lo que ha sido depositado, entonces se cometen acciones muy lamentables que parecen no tener explicación.

Una de las maneras frecuentes con la que volvemos un pensamiento albergado en el corazón en acción es a través de nuestros labios.  Los versos 24 en adelante nos dicen:  “Evita decir cosas falsas, apártate de la mentira, mira siempre de frente y pisarás en terreno firme”. Es interesante que los versos 24 y 25 del cap.4 de Proverbios relaciona la intención del corazón que es meditada con lo que sale de nuestra boca.  Si de la boca sale perversidad o falsedad es porque ha habido previamente un mal pensamiento.    Si pasamos el tiempo meditando en todo lo mal que nos hemos sentido o en lo que nos han hecho podemos llegar a envenenar nuestros corazones con ira, resentimiento, enojo, habladurías, etc.   Si en vez de estar recordando las cosas que nos molestan de algunas personas recordamos lo mejor de ellas y llenamos el corazón de gratitud, de piedad, de aprobación y buenas intenciones, nuestro corazón pasa a estar en protección.  No se trata de no hablar o pensar en lo justo, pues son dos cosas distintas, pero sí de no pasar el tiempo pensando en aquello que nos causa irritación o malestar. 

Tuve una vecina que exteriormente me parecía difícil de tratar, creía que era pretenciosa, sin embargo tuve la oportunidad de compartir un largo rato con ella en una actividad y me di cuenta de mi pecado.  Pasé un tiempo maravilloso conversando con ella y haciendo amistad.  Juzgar mal a las personas hace que alberguemos en el corazón malos sentimientos hacia ellas.  Aquí entra el elemento de la imaginación.  Imaginamos cosas y las albergamos en el corazón y las hacemos una realidad sin fundamento.    Lo mismo sucede con el temor.  El miedo y la suspicacia hace que actuemos contra alguien de la forma incorrecta y sin una motivación real.


Debemos guardar en el corazón las razones correctas basadas en La Palabra de Dios porque son vida a los que la hallan y medicina para el cuerpo.   Debemos tener sumo cuidado con lo que entra en el pensamiento y el corazón a través del ojo, de los oídos, de la imaginación, de lo que conversamos o del temor. Prestemos mayor atención a ello porque a fin de cuentas es lo que Dios verdaderamente está observando.   Si te sientes mal te animo a orar, llora, habla con Dios, desahoga con él todo lo que trae dolor, malestar, resentimiento o enojo.  Puede que estés colocando algo insignificante en la mente y el corazón que luego se vuelve una bomba de tiempo.  Al acudir al Señor podrás encontrar un refrigerio maravilloso.  Sé lo que te digo.

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