Cuida tu corazón más que otra
cosa,
porque él es la fuente de la vida.
porque él es la fuente de la vida.
Evita el decir cosas falsas;
apártate de la mentira.
Mira siempre adelante,
mira siempre de frente.
Fíjate bien en dónde pones los pies,
y siempre pisarás terreno firme.
apártate de la mentira.
Mira siempre adelante,
mira siempre de frente.
Fíjate bien en dónde pones los pies,
y siempre pisarás terreno firme.
Si nuestro corazón
fuera expuesto ante los demás, si fuera abierto para colocar allí una pantalla
¿qué verían los demás? Igualmente con nuestra mente. Si la mente
fuera desnudara por completo ¿qué verían allí? Es bueno pensar en esto, y
hablo de los demás porque las personas no siempre pueden conocer lo que hay en
nuestro interior, pero Dios sí, pues Él lo ha visto todo, a Él no lo podemos
engañar.
El capítulo 4 de
Proverbios nos llama la atención acerca de todo esto. A veces aparentamos algo, pero hay algo
sucediendo en nuestro interior que no es del agrado de Dios. Puede ser que nos veamos alegres, conformes,
contentos, pero por dentro estemos molestos, airados, resentidos o
adoloridos. Podemos mostrar a una
persona respeto y cariño exterior, pero es probable que por dentro tengamos
sentimientos de rechazo. Puede ser que
nuestros sentimientos y deseos no estén conectados con lo que mostramos. Guardar el corazón con toda diligencia es un
compromiso ante Dios. Debemos cuidarlo más que otra cosa porque el corazón, es
decir, nuestros pensamientos conectados a nuestros sentimientos son fuente de
vida o pueden convertirse en una fuente amarga que termina dañándonos o dañando
a los demás.
Guardar el corazón
tiene que ver con usar bien la razón. El
corazón puede mostrarte algo que si lo analizas profundamente es probable que
no sea correcto y que no te convenga. No
podemos negar que muchas cosas que hemos sentido al volverlas acciones nos han
traído serias dificultades. Jesús
dijo que del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios,
fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias (Mateo
15:19), pero por supuesto, de allí salen también las buenas intenciones que son
las que debemos cultivar, y lo más serio
de todo esto es que Dios las conoce todas. David cometió grandes errores,
sin embargo, Dios dijo que tenía un corazón conforme a como Él deseaba. Todos
cometemos errores, pero pienso que Dios toma muy en cuenta las motivaciones, es
decir, aquello que nos lleva a alojar algo en la mente, para luego darle cabida
en el corazón y después volverlo una acción que puede ser ejecutada de
distintas maneras.
Hay acciones
pensadas y albergadas que terminan siendo una tragedia. Esa es la razón por la que escuchamos en las
noticias a personas que después de haber cometido un crimen contra su familia
testifican que no saben cómo llegaron hasta ahí; sus vecinos y relacionados
quedan asombrados por ser personas cuya forma de comportarse no guarda en lo absoluto relación con el hecho
cometido. Lo que sucede es que se infiltra un mal pensamiento que es
constantemente meditado y se alberga como un sentimiento en el corazón; cuando la presión de ese sentimiento explota
y esa voz interior comienza a brotar en base a lo que ha sido depositado,
entonces se cometen acciones muy lamentables que parecen no tener explicación.
Una de las maneras frecuentes
con la que volvemos un pensamiento albergado en el corazón en acción es a
través de nuestros labios. Los versos 24
en adelante nos dicen: “Evita decir
cosas falsas, apártate de la mentira, mira siempre de frente y pisarás en
terreno firme”. Es interesante que los versos 24 y 25 del cap.4 de Proverbios
relaciona la intención del corazón que es meditada con lo que sale de nuestra
boca. Si de la boca sale perversidad o falsedad es porque ha habido previamente
un mal pensamiento. Si pasamos el
tiempo meditando en todo lo mal que nos hemos sentido o en lo que nos han hecho
podemos llegar a envenenar nuestros corazones con ira, resentimiento, enojo,
habladurías, etc. Si en vez de estar
recordando las cosas que nos molestan de algunas personas recordamos lo mejor
de ellas y llenamos el corazón de gratitud, de piedad, de aprobación y buenas
intenciones, nuestro corazón pasa a estar en protección. No se trata de no hablar o pensar en lo
justo, pues son dos cosas distintas, pero sí de no pasar el tiempo pensando en
aquello que nos causa irritación o malestar.
Tuve una vecina que
exteriormente me parecía difícil de tratar, creía que era pretenciosa, sin
embargo tuve la oportunidad de compartir un largo rato con ella en una
actividad y me di cuenta de mi pecado.
Pasé un tiempo maravilloso conversando con ella y haciendo amistad. Juzgar mal a las personas hace que
alberguemos en el corazón malos sentimientos hacia ellas. Aquí entra el elemento de la
imaginación. Imaginamos cosas y las
albergamos en el corazón y las hacemos una realidad sin fundamento. Lo
mismo sucede con el temor. El miedo y la
suspicacia hace que actuemos contra alguien de la forma incorrecta y sin una
motivación real.
Debemos guardar en
el corazón las razones correctas basadas en La Palabra de Dios porque son vida
a los que la hallan y medicina para el cuerpo. Debemos tener sumo
cuidado con lo que entra en el pensamiento y el corazón a través del ojo, de
los oídos, de la imaginación, de lo que conversamos o del temor. Prestemos
mayor atención a ello porque a fin de cuentas es lo que Dios verdaderamente
está observando. Si te sientes mal te
animo a orar, llora, habla con Dios, desahoga con él todo lo que trae dolor,
malestar, resentimiento o enojo. Puede
que estés colocando algo insignificante en la mente y el corazón que luego se
vuelve una bomba de tiempo. Al acudir al
Señor podrás encontrar un refrigerio maravilloso. Sé lo que te digo.
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