Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Efesios 2: 8-9
Hoy es 31 de octubre. Mientras muchos deciden festejar voluntariamente la muerte y la oscuridad ya sea por ignorancia o por diversión, hay un grupo de personas en el mundo que celebran un renacimiento de la fe cristiana. No es coincidencia que el enemigo de las almas haya tomado este día para fijar en las mentes de las personas el día de Halloween, pues su objetivo es combatir todo lo que se levanta en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, este debe ser un día para celebrar el hecho de que un hombre de fe fue levantado por el Señor para abrir la vista espiritual de muchos que dependían de un grupo de religiosos que, en vez de enseñar lo que la Biblia establece, se dedicaban a imponer cargas a las personas difíciles, cimentadas en ideas que no están contempladas en las escrituras. Si bien es cierto que todavía en la postmodernidad esto sigue sucediendo en cierta medida, también es cierto que al menos tenemos la decisión y la libertad de huir de esos preceptos humanos.
El acontecimiento que despertó a los creyentes durante inicios del siglo XVI con la Reforma Protestante, dio inicio un 31 de octubre de 1517 en Alemania, bajo la dirección de Martín Lutero, y se esparció por todo el norte de Europa, dando como resultado el surgimiento de la fe evangélica. En ese tiempo lo que se le decía a las personas es que tan pronto sus ofrendas sonaran en el cofre, el alma de sus amigos y familiares ascenderían al cielo, lo que se conocía como indulgencias, cuando lo que la Palabra de Dios establece es algo completamente distinto, ya que la salvación es por fe y por gracia divina, no por obras, no por cantidades (Juan 1:12, 2da Timoteo 1:9, Marcos 16:16).
Esa mañana Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Castillo en Wittenberg (Alemania) un pergamino que contenía las noventa y cinco tesis o declaraciones, casi todas relacionadas con la venta de indulgencias, atacando la enseñanza del Papa y del sacerdocio de la época. Los gobernantes de la Iglesia procuraron restringir y calumniar a Martín Lutero, pero él permaneció firme en su posición. Por esto fue excomulgado y se pidió que fuese entregado para ser juzgado y castigado. Su excomunión llamada “la bula execrable del Anticristo”, fue quemada por él un 10 de diciembre, públicamente a las puertas de Wittenberg, ante una asamblea de profesores de la universidad, de los estudiantes y el pueblo. Con la bula del Papa también quemó copias de los cánones o leyes establecidas por las autoridades romanas. Aunque el emperador Carlos V le otorgó un salvo conducto, Martín Lutero continuó firme hacia la Asamblea, diciendo “Iré a Worms, aunque me acechen tantos demonios como tejas hay en los techados.” En esta asamblea se le preguntó si se retractaba de las declaraciones de sus libros; después de considerarlo respondió que no podía retractarse de nada excepto de lo que fuera desaprobado por la Escritura o la razón, terminando con las palabras: “Aquí estoy; no puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude".
Mientras Martín Lutero viajaba de regreso a su hogar, repentinamente fue arrestado y llevado al castillo de Wartzburgo. Durante este retiro hizo su traducción del Nuevo Testamento a la lengua alemana. Martín Lutero asumió la dirección del movimiento protestante en favor de una Iglesia apegada a las Escrituras, libre de excesos y de extravagancias. Esta reforma que celebramos los evangélicos fue basada en 5 grandes declaraciones:
1. Sola Fe, que significa que solamente por medio de la fe en la persona y la obra redentora de Jesús podemos ser aceptos delante de Dios.
2. Sola Escritura, que concluye que la Palabra de Dios es la única autoridad para que el pecador encuentre el camino de la salvación.
3. Solo Cristo, que sostiene que la justificación se obtiene sólo por los méritos de Cristo, cuya muerte en la cruz del Calvario pagó el precio de nuestros pecados.
4. Sola Gracia, que afirma que la salvación es sólo por la gracia de Dios.
5. Solo a Dios sea la gloria, que declara que el creyente reconoce que sólo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo merece toda la honra y la gloria por su obra redentora.
Recordando este día no podemos más que dar gracias a Dios y orar para que las personas abran sus mentes, que no se dejen engañar por los falsos maestros que se levantan enseñado doctrinas que no son bíblicas, haciendo mercaderías con la fe como ayer. Sin duda alguna, Martín Lutero fue un siervo de Dios dispuesto a dar su vida por la verdad del evangelio para que los hombres y mujeres conocieran la verdad y fueran libres.
Y tú ¿Qué prefieres celebrar hoy? ¿La muerte y oscuridad, o el renacimiento de la fe libre basada en La Palabra de Dios? Te dejo con esa reflexión. Dios te bendiga.