jueves, 11 de diciembre de 2014

CON LA PERSPECTIVA DE DIOS


Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Efesios 4:15-16 


La perspectiva es la manera en cómo podemos visualizar las cosas desde un ángulo especifico.  Nos permite recrear una  posición en relación a un objeto o a un suceso en particular.  Los artistas utilizan la técnica de La Perspectiva para  lograr una panorámica detallada de lo que transmiten a través de su arte, incluso admiten los llamados "errores de perspectiva", sin embargo, esos errores hacen que la obra sea más genuina, aportando realidad y profundidad.  

En lo que respecta a la vida cristiana hay una forma de ver cada cosa y esa manera, juicio o perspectiva  debe estar cimentada en una sola persona:  "Cristo-Jesús".  Toda la vida cristiana se resume y se establece sobre ese nombre.  La iglesia es el cuerpo y Cristo es la cabeza.  La vida del creyente debe estar basada en estas palabras:  "Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe" (Hebreos 12:2).  Tu vida en fe inicia con la mirada puesta en Jesús, tu vida de fe debe continuar con la mirada puesta en Jesús,  en obediencia, claro está, a los líderes que se han dispuesto, pero sin perder la perspectiva en la obra de Dios.

Naces como creyente, vives como creyente y mueres como creyente EN JESUS.  Gracias a Dios por la vida de aquellos hombres y mujeres que sirven al llamado entregando sus talentos, tiempo y amor, sin embargo, no son ellos los dueños de la obra, sino Cristo.  
Muchas veces el vínculo que se crea entre el cuerpo de Cristo y los líderes es tan fuerte que es difícil aceptar que un día esos líderes puede que ya no estén.   También se da el caso de que miremos tanto lo que el ser humano hace o deja de hacer que perdemos el enfoque y la razón por la que estamos unidos en esta causa de fe.   Colosenses 1:17-18 lo declara:  "Y Él es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen.  Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia; y Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía".  
Es normal el apego que sentimos hacia ciertos seres humanos debido al amor que nos une, a esa unidad que crece por el compartir a través de los años.  Es difícil aceptar un cambio en la congregación porque estamos acostumbrados a tal o cual persona, sin embargo, debemos entender que si somos parte de una familia, nos debemos a ella sin importar la posición que nos toque desempeñar en un determinado momento.  En la familia terrenal, el hijo se casa, el padre de familia muere, el más pequeño se va a estudiar al extranjero,  pero eso no le quita la condición de ser parte de esa familia.  Así es la familia de la fe, una familia movida por alguien más grande y poderoso, la razón que la sustenta.    

Por eso te animo a que vivas la vida cristiana desde la perspectiva de Cristo y de su Palabra.  Eres salvo por Jesús, tienes paz por Jesús, tu culpa del pecado fue quitada por Jesús, tus oraciones cada día son puestas delante de Jesús, de la muerte eterna a la que estabas condenado fue Jesús quien te libró en la cruz del calvario, él te trajo al lugar donde estás ahora congregándote por su gracia. Allí él te llamó.  En el Salmo 63, el salmista derrama un corazón hambriento como la tierra seca y árida ante Dios, de madrugada.  Es un corazón con la perspectiva puesta en las cosas de Dios, un corazón enfocado en Dios, con la atención a Dios y la mirada en Dios.   Así debe ser nuestra vida cristiana, en apego a Cristo, porque él es el dueño de la obra, él es el Padre. 

Jesús es el Buen Pastor por excelencia, por tanto, permanezcamos en la unidad perfecta de su amor, como ovejas obedientes que prestan atención a su voz y le siguen.  Luchemos cada día por su obra, amémonos unos a otros y apoyemos la obra sin condiciones.    Que los cambios no detengan tu fe, todo lo contrario, que sean un pié de lanza para avanzar más y cimentar tu corazón en la obra de Dios, sabiendo que tu trabajo no es en vano.  Nuestra actitud frente a los cambios es lo que va a dar muestra de nuestra madurez. Tanto los pastores como los líderes son usados por Dios durante un tiempo, y si ese tiempo concluye, esto no debe ser una causa para que tu ánimo desfallezca o piensas en mudarte de familia.  Tu familia es tu familia, lucha con ella.  Aférrate a Dios, a su casa, a su obra, a su causa, crece en la vida como creyente y aprovecha en amor a cada ser humano que él pone a tu alrededor en la congregación.  Obedece y aliméntate de su Palabra.  Ama a tu pastor y a tus líderes, obedécelos y respétalos en todo, sin apegarte.  No olvides que el dueño de la obra es Dios.  Si queremos avanzar como creyentes, necesariamente debemos poner la mirada únicamente en el consumador de la fe. 


miércoles, 15 de octubre de 2014

TENIENDO UN MUY BUEN DIA

Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien;
He puesto en Jehová el Señor mi esperanza,

Para contar todas tus obras.

Samos 73:28



Hace unos días escribí un artículo titulado:  "Teniendo un mal día" para presentar la realidad de los momentos de incomodidad y cómo si nos disponemos, estos pueden influir para bien en nuestras vidas, si encaminamos la experiencia por la vía adecuada.  

Un estimado hermano de la iglesia me preguntó:  ¿Cuándo vas a escribir acerca de "Tener un buen día"?  y esto me dejó pensando algunas cosas.  ¿Qué es tener un buen día?  ¿Cómo puedo lograrlo?  ¿Necesito de un super mensaje motivacional cada mañana para tener un buen día?  En estos tiempos se habla mucho de hábitos para lograr un buen día, de los alimentos que hay que consumir para lograr un buen día, de las actitudes y posiciones que hay que adoptar para tener un buen día.  Mi esposo es un coach de motivación y escritor, por lo que conozco bastante sobre esas herramientas que aportan positivamente; sin embargo, a pesar de todas ellas, hay momentos de la vida bastante incómodos que no he logrado evitar.    La mayoría de los expertos dice que el 80% del bienestar de un día dependerá de cómo lo iniciamos y muchos expertos en Gestión Humana nos dan tips como:  saltar alto, sonreír al levantarnos, hacer ejercicios o respirar profundamente por unos minutos, planificar a la perfección el día o repetir la frase:  "Hoy será un buen día", etc etc, etc.  

Tener un buen día no es algo que depende de la suerte, y esto es algo que debemos tener bien claro.  Tampoco depende de lo bien que me vista o de que salga a la calle con los labios de punta a punta, aunque puede influir en algo.  No sé por qué la mayoría piensa que tener un "buen día" tiene que ver con recibir todo lo que ha concebido en su mente.  Tener un buen día puede depender de tu actitud, es cierto,  pero es algo que va más allá y se encuentra en el interior.  Para mí tener un buen día es que, a pesar de lo dificultades que se presenten o de las terribles situaciones que lleguen (y créame que hay cosas inevitables que van a llegar)  yo pueda encontrar una respuesta de crecimiento en ello y pueda mantenerme en paz y no en cualquier paz, sino en la paz de Dios.   Puede sonar muy espiritual lo que digo, pero es la realidad.  Muchas veces queremos encontrar las soluciones mágicas a nuestras situaciones; buscamos y nos esforzamos en encontrar cosas puntuales y en ese esfuerzo podemos perder de vista lo verdaderamente importante.

Por ejemplo:  Me levanté un día con una agenda bien planificada de lo que iba a hacer, hora por hora y minuto a minuto.  Me dispuse a sonreír a todo el que me rodeara, hice la lectura bíblica que me llegó vía el celular más  una fantástica oración de 5 minutos, desayuné con una nutritiva avena y frutas, corrí alrededor de la cuadra antes de salir a trabajar, puse mi mente positiva y me leí  una porción del libro:  "Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva" (Excelente, por cierto).  Practiqué mis diez tips de cómo tener un día perfecto y me dispuse de todo corazón a hacerlo.  Le dije a Dios:  "Dios, este será un buen día porque lo he decretado".  Pero resulta que luego de despedir mis hijas al colegio y de todo lo anterior, recibí una llamada telefónica que me informaba que mi madre se había caído del segundo piso de su casa y que estaban con ella camino al hospital.  Como era una noticia tan terrible, cuando tomé el guía de mi vehículo no me percaté de que tenía una goma vacía y la misma se me pinchó en el camino.    Al mismo tiempo mi hija mayor me llamaba del colegio para decirme que iba a ser despachada porque tenía un fuerte dolor de barriga y la cita de negocios más esperada tuve que cancelarla.  Mi día perfecto se había ido, a pesar de todo el ritual que había realizado.   La situación literalmente se complicó.   ¿Cómo pudo haber sucedido?

Al entrar a la sala a ver mi madre, recordé algo especial que Dios nos recuerda en todo momento a través de su Palabra, algo que el salmista David hizo suyo:  "A quién tengo yo en los cielos sino a ti?  Y fuera de ti nada deseo en la tierra.  Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre... Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien" (Salmos 73: 25-28).    Mi bienestar, mi mejor día, mi día perfecto está escondido en Dios, está escondido en entender que pase lo que pase, venga lo que venga,  debo buscar que la paz de Dios se apodere de mi vida, porque su paz sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7).  

Que las cosas me salgan al revés o que me salga perfectas, que me sienta triste o que me sienta alegre, que me sienta enferma o en salud, que sienta que he tenido el peor día o el mejor de mi vida, que me sienta sola o que encuentre una buena compañía; con todo, no importa, si puedo decir:  "estoy bien con mi Dios porque el acercarme a Él es el bien",  si tengo su paz, y en esa paz voy a descansar, podré ver las cosas de manera real y objetiva lo que me ayudará a crecer como ser humano.  Si a pesar de todo, en algo he crecido, si he sido de consuelo u  otros  me han  consolado, si he podido ayudar o recibir ayuda,  si alguien me dijo:  "estoy contigo en oración",  si he podido aprender algo de cualquier situación, entonces puedo decir:  "He tenido un buen día".   Deseo de todo corazón que sin importar lo que suceda, tengas un "Perfecto día" que te planifiques bien y decidas dar lo mejor de ti, pero sobre todo, que entres en el reposo de Dios para que abrace tu corazón y seas lleno de su paz.

lunes, 13 de octubre de 2014

NECESITANDO UN MAL DIA

Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, 
esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.

Romanos8:28

"Todos necesitamos un mal día que nos haga valorar los días buenos"; así dice Alexander, el personaje que representa el joven actor Ed Oxenbould en la película de Walt Disnet:  "Alexander, un día terrible, malo, muy malo".  Y es que generalmente los seres humanos pasamos por muchas dificultades y momentos terribles.  Podríamos pensar que no hay nada de suerte o preguntar con frecuencia:  "¿Por qué a mí?".

Hay personas creyentes en Dios que  me han preguntado:  "¿Por qué mientras más me acerco a Dios las cosas van de mal en peor?".  Eso puede pasar por muchas razones, y a pesar de que cada cosa que sucede tiene generalmente una causa, hay situaciones que ciertamente están fuera de nuestro control.  Ahora bien, lo que sí deberíamos preguntarnos es:  ¿Cómo puedo hacer que esto que me sucede –tan malo– pueda convertirse en algo de bien para mi vida?  Es una pregunta que no es tan fácil de hacer, es una pregunta que no quisiéramos tener que hacerla; no obstante, no podemos negar que los  momentos amargos y las situaciones incómodas llegan;  los malos ratos, los problemas en la familia, los problemas económicos e inclusive las circunstancias accidentales del día a día, como cuando el vehículo no enciende o la impresora se daña o tienes una agenda y sucede un imprevisto que te la tumba.  Esos pequeños incidentes fácilmente pueden provocar una explosión mayor.

Cuando el sábado en la noche fui a ver esta película al cine –recomendada por mi hija Daniela– al ver la situación de la "familia Cooper", comencé a visualizar mis propias situaciones.  Pudimos juntas ver que muchas de esas cosas han pasado en nuestra familia y seguirán pasando.  Nos reímos a carcajadas  y recordamos muchos episodios propios que han pasado y que ahora podemos darnos cuenta que eran necesarios para crecer.  Tal como sucedió a los "Cooper".

A veces podemos ser tan optimistas como el padre, con un espíritu tan elevado que no nos damos cuenta de que "está bien equivocarse en ocasiones".  También podemos ser como la madre, pensando en establecer logros nos olvidamos de disfrutar los mejores tiempos de nuestros hijos y eso se va acompañando de un sentimiento de culpa que nos mortifica.  Podemos a veces ser como el hijo mayor o como la cantora Peter Pan de la película, y muchas veces, tan ocurrentes y naturales como el bebé que se chupa todo un marcador.    

La Biblia dice en Romanos 8:22-23 "Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. 23 Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior...".   Pero, es en medio de ese gemir, de esos dolores y de esas debilidades que se presentan en donde debemos entender lo que nos dice el verso 28:  "Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito".  Tal como la familia de la película, cuando todo comenzó a salir mal, los demás comenzaron a ver al hijo al cual no le prestaban atención, los esposos en vez de detractarse uno con el otro  se unieron más para ayudar con la situación (el esposo estaba sin trabajo)  y todos comenzaron a darse cuenta de que no eran infalibles, que las situaciones incómodas eran reales, pero que eso no podía convertirse en una causa para echarse al piso, sino para cobrar fuerzas y tomar lo mejor sin necesidad de un discurso archi motivacional, sino a través de las herramientas simples que están alrededor.  Esas herramientas, además de las personas, Dios  las coloca para que podamos abrir los ojos y saber que aún en medio de los peores momentos podemos aprender a valorar todo lo excelente y bueno que hemos recibido de su mano, como son:  nuestra familia, nuestros amigos, nuestro trabajo, nuestra fe, nuestra propia virtud y personalidad.  

miércoles, 20 de agosto de 2014

BRINCANDO MUROS

“Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios!
Marcos 10:23

Mientras me preparaba el café, mi amiga y compañera de ayuda en el hogar, Juana, llegó con su Biblia en mano y me dijo:  "Vamos a ver qué significa este evangelio del día de hoy".  La lectura que me animaba a leer está en Marcos 10:17-30.  Es esa bien conocida historia del joven rico.  Comenzamos a analizar el significado del relato y hablamos sobre aquellas cosas que nos alejan de hacer la voluntad del Señor y de ponerlo como prioridad en nuestras vidas.

Juana dijo una frase que me impactó:  "Es que debemos brincar los muros".  Yo misma me quedé pensando:  ¿Cuáles son mis muros?  ¿Cuáles son aquellas cosas que obstaculizan el que tome más tiempo para relacionarme más con Dios?   Pues ahí Dios comenzó a traer a mi memoria esas cosas que me quitan tiempo para crecer y los muros que yo misma levanto que me impiden ver más allá de lo que debo ver. Dios me mostraba cuáles son mis verdaderas riquezas o al menos lo que de manera inconsciente yo trato como las riquezas de mi vida.

Muchas personas se levantan muros que les impiden tomar tiempo para conocer a más a Dios.  Creyentes profesos y los que no lo son, emplean mucho tiempo en cosas que, si bien son sumamente importantes, también hacen que olvidemos eso que Jesús trataba de hacer ver al joven rico.  ¿Y qué es ser rico?  ¿Se trata solo del dinero que se tiene en una cuenta bancaria?  ¿Se trata solo de los bienes materiales o propiedades?  La riqueza se trata de todo aquello que tenemos como un tesoro.  El joven rico tenía un tesoro en su corazón: sus posesiones, pero muchos de nosotros somos ricos en afectos que no queremos perder, en ocupaciones, en el control que deseamos tener sobre cada paso que dan nuestros hijos o nuestros maridos, en el reconocimiento, en los quehaceres de la casa.  ¿En qué área eres tú rico?  ¿Qué es eso que tienes por dentro en abundancia que te impide acercarte más a Dios?  Es por esa razón que Jesús dijo a sus discípulos:  "¡Qué difícil será para los que tienen riquezas entrar en el reino de Dios!” (Verso 23), pero en el verso 29, añade otras riquezas que los seres humanos poseemos:  padre, madre, hijos, casa, hermanos, tierras y cosas semejantes que nos ocupan toda la atención.

Hay muchos muros que no nos dejan llegar a la casa de Dios o al menos arrodillarnos en nuestras habitaciones para escuchar su voz:  el trabajo, las salidas constantes tanto familiares como de entretenimiento, una cantidad de trastes que hay que fregar o ropa sucia que lavar (Hay personas que se la pasan lavando o fregando, y esa es su mayor riqueza o satisfacción), un novio o novia,  la vigilancia sobre los hijos (no puedo ir a la iglesia porque mi hijo o hija.... ),  la cama (no quiero levantarme, este es el único día que tengo para descansar), el dinero, la moda, el temor  (no puedo dejar la casa sola porque se mete un ladrón), la crítica hacia líderes de iglesias (Ese pastor o ese sacerdote....), los estudios constantes, la ignorancia (falta de conocimiento de la Palabra) etc.  Todos esos son muros que nosotros mismos construimos y que deben ser saltados y en algunos casos no basta solo con saltarlos, sino que hay que derribarlos completamente.  Esos muros son los que se convierten en esas riquezas de las que debemos deshacernos totalmente.

En esta mañana te invito a que medites cuáles son las cosas que guardas como un tesoro y que conforman tus riquezas.  Medita si esas cosas están levantando un muro entre tú y Dios.  Hasta qué punto te entristece tener que dejar algunas de ellas para seguir al Señor.  A veces somos parte de una congregación y nos concentramos en ver los muros de los demás, sin detenernos a observar los muros que nosotros mismos estamos construyendo. 


lunes, 18 de agosto de 2014

Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? 

Muchas veces observo a personas que han estado o están a mi alrededor.  Especialmente, cuando observo la exigencia del medio acerca de cómo debemos andar, vestir o comportarnos siento cierta presión.  Aquellos que me conocen íntimamente saben a lo que me refiero.  No me considero ser una abanderada de la moda ni de los faciales constantes.  Tampoco soy muy asidua a utilizar extravagancias ni cosas que llamen mucho la atención.  ¡Bendigo a todas las mujeres que pueden hacerlo! ¡Créanme que quisiera tener la inclinación hacia ello, pero confieso que no!  Entonces me puse a pensar: ¿Qué tengo que hacer para ser diferente?  ¿Cómo hago para poder estar al nivel de lo que mucha gente espera ver, sobre todo siendo esposa de un reconocido escritor y conferencista?  ¿Debería dejarme crecer más el cabello o teñirlo de otro color?  ¿Debería invertir más tiempo en mi misma?  ¿Debería ser más agresiva, vanguardista y atrevida?  

Mientras estaba en el Banco haciendo una transacción unas jóvenes se acercaron a mí para preguntar si yo era quien ellas creían: 
_ Disculpe, pero usted se parece a la esposa de.....
_ ¿... Astacio?  –les interrumpí.
_ Sí –ellas dijeron.
_ Lo soy –contesté.
_ !Oh! Es que en las fotos se ve algo diferente –me dijo una de ellas.
–¿Algo qué?  –pregunté.
–No sé, algo diferente.   
-!Ah! Entiendo –dije.

Realmente el momento me pareció algo chistoso y me causó risa porque unas de las chicas quiso arreglar el asunto, pero mientras más lo trataba de arreglar, más metía la pata.  Yo estaba vestida con unos jeans, una camiseta y unos tenis Converse (de mi hija Daniela) con el pelo en una cola y sin ningún maquillaje.   Aunque el momento resultó ser algo embarazoso (supongo que para ellas más que para mí) no pasó desapercibido en mi mente al final de la noche.  Algo se activó en mi mente que comenzó a preocuparme.  Comencé a pensar en lo que muchas personas pueden pensar, decir o sentir hacia mi persona.  Entré al internet para buscar imágenes de lo que tal vez podría hacer a mi favor en términos de apariencia y moda.   Le pregunté a mi esposo:  ¿Qué crees que me falta?,  y me respondió:  "Arrojo, es lo que te falta.  Debes ser más directa, aprender a decir que no en ocasiones y ser menos complaciente".   Le dije:  "No.  Eso ya lo sé.  A lo que me refiero es a mi apariencia, es decir, físicamente o en cuanto a la moda ¿qué crees que me falta?".   Me contestó:  "Para mí nada".   Eso me dejó algo insatisfecha porque esperaba escuchar otras cosas que mi mente ya había fabricado durante la tarde y la noche.  

Comencé a pensar en opciones que me permitieran ver más moderna y algo más digna de un hombre que siempre anda bien trajeado y arreglado (cosa de la que yo misma me ocupo, por cierto).  "Tal vez debo cambiar el guardarropas" –pensé.  Fue entonces cuando escuché en mi interior  La Palabra de Dios hablar claramente: "Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado (Romanos 12:3)".  

Eso fue como si me hubiesen echado una cubeta de agua fría, diciendo:  ¿Realmente crees que eso es lo que quiero que cambies? ¿Realmente tu personalidad va  con un nuevo look bien llamativo? ¿Cambiará eso en algo tu forma de ser tan abierta?  ¿Aprenderás a decir que "no" en ocasiones?  ¿Te sentirás más libre o más presionada?  Y entendí que no todas las personas somos iguales, que Dios hizo una gran diversidad y que para mí la libertad es supremamente importante.  No todos los miembros de un cuerpo desempeñan la misma función.  Tenemos maneras diferentes de ser, según la gracia que nos ha sido dada.  Dios llamó mi atención para preguntarme:  "Evelyn, ¿cuál es la gracia que te ha sido dada?".  "Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" (1ra Corintios 4:7).  

Todo lo que somos o tenemos lo hemos recibido de Dios y cuando entendemos esto, toda necesidad de reconocimiento o vanagloria, insatisfacción o deseo único de  quedar  bien se aleja;  Dios es el que pone en nosotros todo.  Eso no quiere decir que no debemos tratar de ser mejores cada día, todo lo contrario.   Cada día uno debe esforzarse para proyectar lo bueno que Dios ha puesto y ciertamente no deja de ser un reto.  Sin embargo, la mente es sumamente poderosa y el deseo de aprobación también, por lo que tenemos que tener sumo cuidado de que las exigencias de la sociedad de hoy día no nos arropen de tal forma que nos lleven a proyectar lo que en realidad no somos.  En conclusión, decidí observarme más hacia dentro y confirmar una vez más quién soy en Dios.  Te animo a pensar igual, piensa ¿quién eres en realidad?  ¿qué te hace sentir libre y feliz?  ¿qué te presiona y qué no?  Recuerda que todo lo bueno y perfecto viene de Dios y que Él te ha hecho un ser único y especial. 

CONFIA EN DIOS


Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
S.JUAN16:33
La joven me había telefoneado para decirme que se encontraba frustrada.  Su novio la había dejado embarazada y ella no sabía qué hacer, así que tomó la decisión de abortar.  Por una semana estuve tratando de convencerla de que no lo hiciera y le hablaba de las terribles consecuencias que esto traería a su vida, pero mi esfuerzo fue en vano.  Ella me dijo:  “Lo siento, mi decisión está tomada.  Mañana temprano tenga la cita con el médico”.  Fue una sensación de impotencia la que sentí, porque todos mis esfuerzos para convencerla fueron en vano.  Fue precisamente en medio de esa impotencia que el Señor trajo a mi corazón una pregunta:  “¿Realmente confías en mí en medio de tu impotencia? Tú no puedes hacer nada, pero yo sí”.
Cuando he recurrido a Dios en los momentos difíciles y acepto que hay cosas que no puedo cambiar he visto su mano obrar de una forma maravillosa.   En ocasiones he puesto mi confianza en amigos, en familiares, en los negocios, en los líderes y en todo tipo de personas; sin embargo, nada de esto ha podido ayudarme.  Es muy conocida en el ámbito de liderazgo y motivación la frase:  “Confía en ti, tú puedes hacerlo.  Cree en ti mismo”.  Esto es cierto, pero solo hasta un punto, pues habrá momentos en los que lo único que podemos hacer es estar quietos y confiar en aquel que sí lo puede todo. Dios nos anima a que encomendemos y confiemos en él, de hecho, nos reta a hacerlo (Salmos 37:4).  
No podemos negar que en la vida hay situaciones que son imposibles humanamente, y cuando decimos:  “Yo solo puedo” y pensamos que somos tan fuertes que no necesitamos la ayuda de Dios, estamos poniendo una barrera que sale a la vista cuando el asunto verdaderamente no tiene solución. Es  justamente en esa imposibilidad que Dios obra con su poder para encaminar las cosas en el orden correcto.  No quiere decir que todo se vaya a hacer como lo hemos pensando, pues aún lo negativo que pudiera ocurrir podría ser una respuesta departe de Dios.  El punto es que esto solo lo entendemos cuando le hemos conocido y cuando hemos confiado.
Confiar en Dios nos fortalece, nos anima, nos da sentido de consolación, de que no estamos solos.  Muchas personas se preguntan por qué los cristianos se quedan serenos en momentos dolorosos o difíciles como una enfermedad, una muerte o un despido laboral, pero no es que seamos inmunes, sino que la confianza que tenemos en Dios de que él está en control de todo nos da la certeza de que sea lo que suceda todo obrará para bien.  Después de todo, el es quien ha vencido al mundo.
Sobre el caso anterior te cuento que el Señor contestó la oración.  Decidí descansar en él y dejar que obrara en el corazón de esta hermosa joven. Así fue, y hoy ella goza de la compañía de una hermosa nena que le da alegría a su vida.  Porque lo que uno no logra hacer, Dios sí lo hace.

lunes, 14 de julio de 2014

RECOJA, PERO NO SEA AVARO


Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés.
Éxodo 16:19-20

Guardar no tiene nada de malo siempre que se guarde lo necesario, lo justo y lo conveniente.  Jesús nos cuenta la historia de un hombre que logró todo lo que pudo lograr y que al ver todas sus riquezas decidió romper todos sus graneros para hacerlos más grandes y seguir acumulando mucho más (Lucas 12).
Guardar excesivamente puede ser un signo de avaricia.  Hay personas que encaminándose hacia el éxito pierden el enfoque de la vida integral y se les hace muy difícil desprenderse de lo que obtienen. Hay seres humanos que no comparten absolutamente nada de lo que poseen porque entienden que aquel que quiere algo debe trabajar de igual manera que ellos para obtenerlo. El ser avaro puede llevar a cometer muchos errores. La avaricia puede manifestar el monstruo interior de una persona, porque se propone lograr lo que quiere a cualquier precio, algo bastante temible.
El pueblo de Israel se vio probado por Dios en el desierto cuando se le proveyó del maná. No estaban acumulando dinero, pero sí acumulaban la comida, provocando a Dios a ira.  Esto no les sirvió de nada porque la comida se podría y le caía gusanos.  Hay personas que han acumulado tanto, sin embargo, sus riquezas, la han atacado los gusanos a través de una enfermedad, un hijo preso o una estafa que los lleva a la quiebra. Una cosa es ahorrar para el futuro y otra distinta es acumular tanto que no se pueda contar. 
Habiendo tanta necesidad en el mundo, guarde lo necesario para compartirlo y no solo para tenerlo guardado. Guarde lo que necesite para reposar y para dedicar a la obra de Dios.  Moisés dijo al pueblo:  “Jehová ha dicho que guarden de lo que les sobrare para el día de reposo, porque es el día consagrado a Jehová” (Ex. 16:16-24). Guarde lo que deba guardar para su descendencia, no por el mero hecho de dejarles riquezas, sino para mostrarles el beneficio que trae consigo el arduo trabajo y para manifestarles las misericordias de Dios para con usted. Moisés le pidió a Aarón que tomara una vasija y pusiera un gomer de maná para mostrar a la  descendencia cómo estuvo Dios con ellos en medio del desierto (Ex. 16:33-34).
Guardar es de sabios si se hace con entendimiento y prudencia. Sea rico y gane todo lo que pueda, pero no quiera ganarlo de la noche a la mañana.  Trabaje duro para conseguirlo, y guarde con la conciencia de hacer como Dios manda, para que lo que guarde no hieda ni se agusane.  Recuerde que la vida del hombre no consiste en los bienes que posee (Lucas 12:15).    

DESDE EL CORAZÓN