Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
S.JUAN16:33
La joven me había telefoneado para decirme que se
encontraba frustrada. Su novio la había
dejado embarazada y ella no sabía qué hacer, así que tomó la decisión de
abortar. Por una semana estuve tratando
de convencerla de que no lo hiciera y le hablaba de las terribles consecuencias
que esto traería a su vida, pero mi esfuerzo fue en vano. Ella me dijo:
“Lo siento, mi decisión está tomada.
Mañana temprano tenga la cita con el médico”. Fue una sensación de impotencia la que sentí,
porque todos mis esfuerzos para convencerla fueron en vano. Fue precisamente en medio de esa impotencia que
el Señor trajo a mi corazón una pregunta:
“¿Realmente confías en mí en medio de tu impotencia? Tú no puedes hacer
nada, pero yo sí”.
Cuando he recurrido a Dios en los momentos difíciles y
acepto que hay cosas que no puedo cambiar he visto su mano obrar de una forma
maravillosa. En ocasiones he puesto mi
confianza en amigos, en familiares, en los negocios, en los líderes y en todo
tipo de personas; sin embargo, nada de esto ha podido ayudarme. Es muy conocida en el ámbito de liderazgo y
motivación la frase: “Confía en ti, tú
puedes hacerlo. Cree en ti mismo”. Esto es cierto, pero solo hasta un punto,
pues habrá momentos en los que lo único que podemos hacer es estar quietos y
confiar en aquel que sí lo puede todo. Dios nos anima a que encomendemos y
confiemos en él, de hecho, nos reta a hacerlo (Salmos 37:4).
No podemos negar que en la vida hay
situaciones que son imposibles humanamente, y cuando
decimos: “Yo solo puedo” y pensamos que
somos tan fuertes que no necesitamos la ayuda de Dios, estamos poniendo una
barrera que sale a la vista cuando el asunto verdaderamente no tiene solución. Es justamente en
esa imposibilidad que Dios obra con su poder para encaminar las cosas en el
orden correcto. No quiere decir que todo
se vaya a hacer como lo hemos pensando, pues aún lo negativo que pudiera
ocurrir podría ser una respuesta departe de Dios. El punto es que esto solo lo entendemos
cuando le hemos conocido y cuando hemos confiado.
Confiar en Dios nos fortalece, nos anima,
nos da sentido de consolación, de que no estamos solos. Muchas personas se preguntan por qué los
cristianos se quedan serenos en momentos dolorosos o difíciles como una
enfermedad, una muerte o un despido laboral, pero no es que seamos inmunes,
sino que la confianza que tenemos en Dios de que él está en control de todo nos
da la certeza de que sea lo que suceda todo obrará para bien. Después de todo, el es quien ha vencido al
mundo.
Sobre el caso anterior te cuento que
el Señor contestó la oración. Decidí descansar en él y dejar que obrara en el corazón de esta hermosa joven. Así fue, y hoy ella goza de la compañía de una hermosa nena que le da alegría a su vida. Porque lo que uno no logra hacer, Dios sí lo hace.
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