AL QUE MUCHO SE LE PERDONA, MUCHO AMA
Lectura del día: S.Lucas 7:36-50
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. (San Lucas 7:47).
Una mujer estaba en una congregación alabando al
Señor. En medio de los cánticos y del clamor, la mujer alzaba la voz
fuertemente, gritaba y se colocaba de rodillas en el altar. Caminaba arrodillada por todo el lugar y mirando al cielo con
sus manos levantadas vociferaba: “Señor, te adoro. Señor, te adoro.
Gracias mi Señor". Unos niños se reían de la
acción, y otros hermanos en la congregación solo murmuraban entre los
dientes: “¿Quién será esta mujer que interrumpe tan solemne culto?".
Algunos querían acercarse para pedirle que se sentara, incluyendo al
pastor.
Para la manera en que los
cristianos estamos acostumbrados a adorar a Dios, con toda solemnidad y
silencio, esto podría parecer un acto de locura, sin embargo, la palabra de
Dios nos narra la historia de una mujer que irrumpiendo en una cena a
la que un fariseo había invitado al Señor, derrama un frasco de perfume sobre
él, encima de todos los invitados. Se tira al suelo y con sus propios
cabellos comienza a acariciarle y a secarle los pies. Encima de eso,
comienza a besarlo —a un hombre en sus pies—, y supongo en mi imaginación que
esta mujer estaba haciendo todo un espectáculo delante de todos esos
invitados. Pero al Señor no le importaba si parecía un escándalo
Para él, esta mujer había dado todo lo que ninguno de ellos le había
ofrecido y eso se llama: Gratitud.
Cuántas veces no hemos visto a
personas como esta mujer en muchas de nuestras congregaciones. Personas
que se levantan con voz fuerte y gritan: ¡Aleluya! ¡Santo! Personas que
han dado su voz, su cuerpo para el servicio de Dios en sacrificio, sus bienes,
porque están tan agradecidos de lo que Dios ha hecho en sus vidas que
no escatiman hacer todo lo que puedan para agradarle. Muchas veces hemos
tildado a esas personas de desordenadas y de locas. No podemos negar que
hay excepciones, pero ciertamente hay muchos que habiendo sido perdonados de
una vida completamente mundana, que andaban perdidos en el pecado, sin rumbo y
sin salvación, son capaces de hacer lo que aun pareciera locura por causa del
reino.
Al que mucho se le perdona
mucho ama, dijo Jesús. Esta mujer de la historia fue una pecadora
perdonada por Cristo y como su pecado era tan grande, ella tomó lo mejor que
tenía para derramarlo a sus pies, y lo hizo, no importando lo que dijeran
aquellos que estaban alrededor. A veces pensamos que hemos sido tan
buenos que basta con haber dicho una oración sencilla de: “Te acepto como mi
salvador". Pero me he preguntado muchas veces: ¿Hasta qué punto y
con qué dimensión le he demostrado al Señor que verdaderamente estoy agradecida
por lo que hizo en mi vida? Le he aceptado como mi salvador, pero ¿lo he hecho
con verdadero conocimiento de lo que soy delante de él, una vil pecadora, aun
no haya estado en los peores lugares o sin haber hecho las peores cosas?
Por eso es que cuando vemos a alguien que ha sido sacado de una vida
mundana: drogas, prostitución, asesinatos, depravación, etc., esas personas se
entregan de una manera tal al evangelio que simplemente no pueden callar lo que
Dios hizo. Es una reflexión para aquellos cristianos que somos tan
pasivos. Es como si en el fondo dijésemos: ¡Bueno, yo no he
sido tan malo después de todo, por eso no necesito hacer nada extravagante para
Dios! Y no se trata de ser extravagante, se trata simplemente de ver que
ciertamente Jesús tiene razón al decir que cuando se le ha perdonado tanto a
alguien, esa persona debería demostrar su gratitud y amor en la dimensión de lo
que ha recibido.
Aquel que piensa que lo que
se le ha perdonado ha sido poco, poco demuestra su amor y poco demuestra su
gratitud y entrega. Esto lo podemos ver en las congregaciones
cuando se llama al servicio. Si una persona le hace grandes
favores, estoy segura de que usted haría cualquier cosa con tal de quedar bien
con esa persona, Usted diría algo como: “Ay, no. Yo no le
puedo fallar a fulano(a), ¡porque ese(a) muchacho(a) me ha ayudado tanto!
Yo tengo mucho que agradecerle".
¡Cuántas veces hay que pedirles a las personas su
ayuda y servicio para el reino, sin recibir una respuesta inmediata! Si hacemos
conciencia de que realmente Dios nos ha perdonado tanto, seríamos capaces de
dar hasta la vida por el reino y por Cristo.
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