martes, 11 de diciembre de 2012

AL QUE MUCHO SE LE PERDONA, MUCHO AMA
Lectura del día: S.Lucas 7:36-50

Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. (San Lucas 7:47).
  
        Una mujer estaba en una congregación alabando al Señor.  En medio de los cánticos y del clamor, la mujer alzaba la voz fuertemente, gritaba y se colocaba de rodillas en el altar.  Caminaba arrodillada por todo el lugar y mirando al cielo con sus manos levantadas vociferaba: “Señor, te adoro.  Señor, te adoro.  Gracias mi Señor".  Unos niños se reían de la acción, y otros hermanos en la congregación solo murmuraban entre los dientes: “¿Quién será esta mujer que interrumpe tan solemne culto?".  Algunos querían acercarse para pedirle que se sentara, incluyendo al pastor. 
        Para la manera en que los cristianos estamos acostumbrados a adorar a Dios, con toda solemnidad y silencio, esto podría parecer un acto de locura, sin embargo, la palabra de Dios nos narra la historia de una mujer que irrumpiendo en una cena a la que un fariseo había invitado al Señor, derrama un frasco de perfume sobre él, encima de todos los invitados.  Se tira al suelo y con sus propios cabellos comienza a acariciarle y a secarle los pies.  Encima de eso, comienza a besarlo —a un hombre en sus pies—, y supongo en mi imaginación que esta mujer estaba haciendo todo un espectáculo delante de todos esos invitados. Pero al Señor no le importaba si parecía un escándalo   Para él, esta mujer había dado todo lo que ninguno de ellos le había ofrecido y eso se llama: Gratitud.
      Cuántas veces no hemos visto a personas como esta mujer en muchas de nuestras congregaciones.  Personas que se levantan con voz fuerte y gritan: ¡Aleluya! ¡Santo!  Personas que han dado su voz, su cuerpo para el servicio de Dios en sacrificio, sus bienes, porque están tan agradecidos de lo que Dios ha hecho en sus vidas que no escatiman hacer todo lo que puedan para agradarle.  Muchas veces hemos tildado a esas personas de desordenadas y de locas.  No podemos negar que hay excepciones, pero ciertamente hay muchos que habiendo sido perdonados de una vida completamente mundana, que andaban perdidos en el pecado, sin rumbo y sin salvación, son capaces de hacer lo que aun pareciera locura por causa del reino.  
        Al que mucho se le perdona mucho ama, dijo Jesús.  Esta mujer de la historia fue una pecadora perdonada por Cristo y como su pecado era tan grande, ella tomó lo mejor que tenía para derramarlo a sus pies, y lo hizo, no importando lo que dijeran aquellos que estaban alrededor.  A veces pensamos que hemos sido tan buenos que basta con haber dicho una oración sencilla de: “Te acepto como mi salvador".  Pero me he preguntado muchas veces: ¿Hasta qué punto y con qué dimensión le he demostrado al Señor que verdaderamente estoy agradecida por lo que hizo en mi vida? Le he aceptado como mi salvador, pero ¿lo he hecho con verdadero conocimiento de lo que soy delante de él, una vil pecadora, aun no haya estado en los peores lugares o sin haber hecho las peores cosas?  Por eso es que cuando vemos a alguien que ha sido sacado de una vida mundana: drogas, prostitución, asesinatos, depravación, etc., esas personas se entregan de una manera tal al evangelio que simplemente no pueden callar lo que Dios hizo.  Es una reflexión para aquellos cristianos que somos tan pasivos.  Es como si en el fondo dijésemos:  ¡Bueno, yo no he sido tan malo después de todo, por eso no necesito hacer nada extravagante para Dios!  Y no se trata de ser extravagante, se trata simplemente de ver que ciertamente Jesús tiene razón al decir que cuando se le ha perdonado tanto a alguien, esa persona debería demostrar su gratitud y amor en la dimensión de lo que ha recibido. 
       Aquel que piensa que lo que se le ha perdonado ha sido poco, poco demuestra su amor y poco demuestra su gratitud y entrega.  Esto lo podemos ver en las congregaciones  cuando se llama al servicio.  Si una persona le hace grandes favores, estoy segura de que usted haría cualquier cosa con tal de quedar bien con esa persona,  Usted diría algo como: “Ay, no.  Yo no le puedo fallar a fulano(a), ¡porque ese(a) muchacho(a) me ha ayudado tanto!  Yo tengo mucho que agradecerle".  
¡Cuántas veces hay que pedirles a las personas su ayuda y servicio para el reino, sin recibir una respuesta inmediata! Si hacemos conciencia de que realmente Dios nos ha perdonado tanto, seríamos capaces de dar hasta la vida por el reino y por Cristo.

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