Las riquezas mal habidas no sirven de nada,
pero la justicia libra de la muerte.
Proverbios 10:2
Esta mañana recibí un video en donde se hace referencia de un funcionario público que había declarado tener en deuda unos 40 millones de pesos y solo en relojes tenía 400,000 y en obra de arte 2 millones de pesos. ¿Cómo puede una persona llegar a este nivel? Sin ánimo de juzgar, creo que tiene mucho que ver el deseo de ser aceptado en un determinado grupo o el querer mostrar quién es y qué tiene. Este error los lleva a correr un grave peligro y terminar en desgracia, muchas veces encarcelados por robo o corrupción. Pero ese tipo de comportamientos no solo se da en personas con posiciones ejecutivas o públicas. Cualquier persona puede tratar de impresionar y dejarse envolver por la vanidad.
Querer alcanzar cosas materiales no tiene nada de malo siempre que no nos domine la codicia y la vanidad. Hay personas que no son arrogantes, pero se envuelven en círculos en donde se sienten obligados a demostrar su poder, su estatus o buscan a través del alcance de los bienes materiales ser aceptados. Si van a un restaurant deben pedir tal o cual vino y plato. Los trajes deben ser de cierta marca, sin decir de las carteras y los relojes. ¿Tiene esto algo de malo? No, siempre que se tenga la capacidad de producir para pagarlo y sin pasar la línea que le marca un límite, y límite es la palabra más difícil de colocarse en la boca y en la mente.
Pienso que para aquel que trabaja y se esfuerza un endeudamiento razonable para lograr bienes como una vivienda propia, un vehículo para trabajar o mover a la familia en excelentes condiciones es aceptable. Es común que personas de la clase media persigamos las hipotecas, préstamos de vehículos, préstamos educativos, etc. para ir alcanzando niveles de desarrollo, y en países como los nuestros esto se hace casi una obligación. Sin embargo, cuando esos deseos se salen de control viene el problema. Por eso hemos visto amigos y compañeros de trabajo salir esposados de una empresa, funcionarios que para poder mantener su codicia hacen lo indebido, pero también a la jovencita del barrio que por impresionar enrumba su vida al fracaso.
Todos en algún momento podríamos llegar a ser presa fácil de la codicia y de la acción de impresionar. Desear no es malo, siempre que el deseo se mantenga a rayas y se lleve sobre el paso de lo razonable. "Vale más la buena fama que las muchas riquezas, más que oro y plata, la buena reputación". Proverbios 22:1
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