jueves, 26 de enero de 2017

MOTIVACIONES DESDE EL CORAZÓN

¿Qué nos motiva?  ¿Cuál es la verdadera razón por la que desempeñamos una labor, un rol, un comportamiento, un sacrificio o cualquier cosa que decidimos?  Al mirar en la profundidad del corazón podemos descubrir que algunas de las acciones o decisiones que tomamos en la vida pueden carecer de genuinidad.  Examinar las verdaderas motivaciones del corazón frente a las razones que presentamos a los demás debe ser un paso que debemos contemplar si queremos tener victoria en lo que pretendemos hacer.   

Razones para hacer cualquier cosa en la vida hay muchas:  económicas, profesionales,  competitivas, doctrinales, políticas, familiares, sociales, etc.  Lo conveniente sería preguntarnos ¿por qué quiero hacer esto?  Podemos encontrar esas razones que queremos que los demás consuman y ahogar la verdad de tal manera que nosotros mismos nos engañemos sumergiéndonos en ellas o podemos recurrir a un análisis profundo sobre las verdaderas motivaciones guardadas en el corazón, esas que solo  Dios puede ver.  Esta es la parte más difícil, pero la que traerá verdaderos frutos. 

En cuanto a la obra de Dios es una realidad que muchas razones equivocadas pueden incidir sobre nuestras motivaciones.  Cuando hablamos de la obra de Dios las motivaciones deben estar ancladas en el amor al prójimo, la salvación, la esperanza redentora a través del evangelio y el obedecer la Palabra del Señor.  Salmos 139: 23 dice "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos".  

Bajo cualquier circunstancia, si queremos obtener la victoria debemos aprender a escudriñar nuestras motivaciones, si es posible pregunte a personas  cercanas con una visión imparcial y que le hable  con toda honestidad.  Vivir para sí mismo puede llegar a ser satisfactorio, pero mucho más satisfactorio  puede ser escuchar al que se tiene al lado.  Si lo que otros esperan de nosotros no es importante estaríamos en vía de convertirnos en seres arrogantes.   Tratar los asuntos con personas implicadas en nuestra labor y a nuestro puede resultar sabio.  Dios puede usarnos a través de nuestras acciones y decisiones en cualquier área si nuestras motivaciones son correctas.   Si las razones de tus acciones se alinean con la dirección de Dios puedes estar seguro de que aquello que emprendas traerá bendición, pero si por el contrario tus razones están cimentadas en tu propio yo, aunque inicies bien, con el tiempo irán desapareciendo los buenos resultados.  El punto es poner en orden nuestro mundo interior y así los buenos  resultados se reflejarán en lo exterior. 

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