Sácame del lodo, y no sea yo sumergido; Sea yo libertado de los que me aborrecen,
y de lo profundo de las aguas. Salmos 69:14
Hace unos días mi hija Camila solicitó a su padre traer un perrito. Vivíamos en una casa bastante amplia y allí tuvimos a "Bianca", una rottweiler hermosa que poco antes de mudarnos había dado a luz unos 7 cachorros. Así que el Padre complaciente trajo al nuevo apartamento (no muy amplio, por cierto) uno de los cachorros de Bianca para que las niñas lo disfrutaran por un par de días. Esa noche fue completamente catastrófica. En un área pequeña el perro había llenado todo el piso de sus necesidades y no había espacio por donde cruzar. Pero el problema mayor era que el mismo cachorro se movía y se arrastraba por en medio de su pupu. El cachorro no se daba cuenta que había un pequeño hueco por donde él podía salir perfectamente, a pesar de sus intentos, no pudo hacerlo por sí solo, así me vi precisada a tomarlo desde arriba para luego darle una buena ducha y quitarle toda esa suciedad.
En la vida de muchas personas puede suceder lo mismo que sucedió al cachorro. De hecho, aquellos que hemos sido rescatados por el Señor sabemos que de alguna manera, también nos hemos enredado en la suciedad y el pecado. Hay personas que pueden encontrarse pérdidas, dando vueltas sin encontrar una salida a su situación. Saben que el lugar está sucio, saben que se están hundiendo e intentan salir por sí mismos, pero no logran hacerlo. Al no mirar hacia el lado correcto, sucumben nuevamente en una vida de tragedia y de pecado.
Dios ha colocado formas de escape, digamos que son herramientas que pueden ayudar a enfocar la salida correcta. Bien puede ser la predicación de una persona, un folleto o tratado o una invitación a la iglesia. Pero más allá de todo eso, si no has logrado ver las vías de escape que Dios te ofrece, la buena noticia es que él mismo extiende sus manos desde arriba para tomarte y limpiarte, y gloria a Dios que su misericordia es tan grande que puede alcanzar a todo aquel que se encuentre hundido.
El cachorro de Bianca me hizo recordar una vez más la gracia redentora de nuestro Dios y su infinita misericordia, de que él está dispuesto a lavar y restaurar a todo aquel que se encuentra hundido en el pecado, de limpiarlo con un jabón que no tiene precio: su sangre derramada en la cruz del calvario. Jesús no tiene temor para tomarte, no va a correr a buscar una bolsa para taparte ni dirá como yo dije con el cachorro, tal vez :¡Qué asco! No. Jesús te tomará tal y como estés para sanarte y devolverte a un lugar limpio, de paz emocional y espiritual, pero para eso debes dejar que cuando su mano esté extendida te toque. Una vez un leproso se le acercó a Jesús y le preguntó: "Jesús, quieres limpiarme", y Jesús le contestó: "Sí quiero. Sé limpio" (S. Marcos 1:4042). El leproso se acercó para ser tocado por el Señor. Acércate a Dios y te aseguro que serás limpiado.
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