Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón,
para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.
Éxodo 3:10
Moisés pastoreaba las ovejas de Jetro, su suegro, cuando en medio
de su labor por el desierto llamó su atención un evento sobrenatural en el
monte Horeb. Este sorprendente suceso lo confrontó con el trabajo que
estaba destinado a realizar. La presencia de Dios se evidenció en la vida
de ese pastor de ovejas en medio de una zarza ardiente que no se consumía.
Dios entendía que Moisés ya estaba listo para entregar en sus manos otro
ministerio y se valió de un hecho que carecía de toda lógica humana (Éxodo cap.3).
Esa llama de fuego en el monte Horeb nos habla de una poderosa
verdad que está íntimamente ligada al llamado de Dios. Hay ministerios
que parecen carecer de toda lógica humana y que así como exclamó Moisés:
"¡Qué cosa tan extraña!"(verso 3) pudieran parecer imposibles y
extrañas a ojos humanos. La visión de la zarza ardiente atrajo la
atención de un Moisés inquieto, con una cambiante forma de vida por las
circunstancias. Estaba frente a una zarza que ardía en medio del monte
sin consumirse, cuando la lógica indicaba que debería suceder lo contrario.
Dios estaba dando a la vida de Moisés un nuevo giro para recibir un
ministerio mucho más grande que lo que lógica humana pudiera comprender.
El mismo poder de Dios se haría presente en el pueblo a través de este
hombre quemado por las tantas pruebas en medio del desierto y del trabajo
pastoral.
Claro que comenzar a dar esos pasos no era cosa fácil; Moisés tuvo
que enfrentarse al Faraón, al pueblo egipcio, pero más aun tuvo que enfrentarse
contra su propio pueblo hebreo que, a pesar de que clamaba a Dios por la
opresión de los egipcios, no les fue tan fácil entender que de manos de ese
hombre heredarían una nueva tierra, tierra en la que además habitaban Jebuseos,
Cananeos, Amorreos, Hititas y toda esa gente perversa y despiadada. ¿Se
imagina usted que un hombre aparezca y le diga que Dios le dijo que los lleve a
una tierra poblada por este tipo de gente? ¡Difícil de creer ¿no?! Solo
los ancianos le harían caso.
Es grandioso y una tremenda enseñanza ver a través de la vida de
Moisés que Dios es quien dispone el ministerio. A veces creemos que
el ministerio es algo lógico y natural cuadrado por dogmas y principios
establecidos que no cambian, sin embargo no siempre sucede así. Solemos encasillar los
ministerios a unos cuantos trabajos claves, pero la verdad es que Dios tiene
sus excepciones. Moisés fue destinado para ser salvaguardado en las
aguas, criado en un palacio real, sacado de esa realeza hacia el mismo desierto
bajo una experiencia confusa, luego pasa a ser pastor de ovejas y más tarde
recibe esa experiencia del fuego para ser un líder que guiaría una multitud
hacia una nueva tierra que además estaba ya ocupada.
Simplemente Dios tiene las piezas muy bien armadas. Muchas
veces nosotros no solemos verlas de inmediato. El pueblo hebrero no lo vio
hasta que pasaron generaciones en medio del desierto a pesar de haber visto
todos los milagros, sino que cuando la obra finalmente está completa es cuando
solemos verla en su plenitud. Algo lamentable, pero es una realidad. Cuando
vemos el cuadro final es cuando solemos decir: "Verdaderamente
Dios lo sabe todo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario