lunes, 23 de octubre de 2017

HUMILLAR EL ESPÍRITU

Mejor es humillar el espíritu con los humildes

que repartir despojos con los soberbios.
Proverbios 16:19


Estar entre los hombres y mujeres de poder terrenal es algo a lo que la mayoría de los seres humanos atrae.  Si queremos ver este tipo de actitudes solo tenemos que mirarnos cuando se nos dice que alguien en alguna posición de autoridad o de gobierno, o algún famoso visitará nuestra casa o estará en determinado lugar.  El movimiento y la carrera que se arma para tenerlo todo en condiciones excelentes es extremo.  De inmediato buscaremos la forma de tomarnos una fotografía con esa persona para hacer gala del encuentro tal vez en las redes sociales.  Es algo a lo que casi nadie escapa.  

Probablemente no suceda así al  encontramos con alguien que en términos terrenales no represente ningún status, poder o fama.  Humillar el espíritu en tiempos como los que vivimos parecería casi imposible en un mundo que vive solo de las apariencias.  El término "divos" y "divas" ha sido acuñado como algo que se debe buscar, seguir y venerar. No se es nada si no demostramos fuerza, si no nos empoderamos y si no nos mostramos como personas prosperadas.

El libro de proverbios, sin embargo, nos presenta en su capítulo 16 una fórmula totalmente distinta:  "codearse con los más humildes".  En días como los que vivimos es algo que NO VENDE para nada, puesto que compartir con los soberbios se ha convertido en un atractivo mayor.  La versión Hispanoamericana lo muestra en un lenguaje bastante adecuado para nuestros tiempos "Más vale rebajarse que compartir botín de soberbios".  

Al orgullo le acompaña la altanería y tarde o temprano vienen a convidar junto a él la destrucción y el fracaso. Mientras los seres humanos miramos muy de cerca a los altivos, Dios los mira de lejos y por el contrario al humilde le atiende (Salmo 138:5).  El orgullo del hombre lo humillará, pero delante de Dios el del espíritu humilde obtendrá honores (Proverbios 29:23).  Lo que Dios quiere es que tratemos a todas las personas con un mismo sentir.  No por ser uno más reconocido que otro en la sociedad debe ser tratado con mayor distinción. Tratamos un hermano de renombre con mayor distinción que a otro que no suena mucho, a los pastores de ministerios grandes mejor que a pastores de ministerios no tan grandes, a vecinos de mejor status económico mejor que al vecino que es menos pudiente. Amamos los mejores lugares, ser distinguidos, tomados en cuenta y es parte de la naturaleza del ser humano, pero lo que Dios espera es que seamos todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos y de espíritu humilde (1 Pedro 3:8).  Recordemos que aunque Dios está sentado en las alturas se humilla para mirar lo que hay en el cielo y en la tierra.

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