... porque Jehová no mira lo que mira el hombre;
pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos,
pero Jehová mira el corazón.
1 Samuel 16:7b
"No me vendan nada, no me traigan nada. No me pidan nada que no sea eminentemente urgente y necesario. Tardaré un año sometida y someteré a mis hijas a que si no es de vida o muerte.... no lo compraremos" _a esa conclusión llegué luego de conocer el testimonio de una familia misionera que se mantuvo todo un año sin hacer compras y comparar esa experiencia con mi propia realidad de hace unos días.
Hace 15 años soñaba con tener una gran casa con finos muebles y gran patio. Con la provisión de Dios y mucho esfuerzo de trabajo que él suplió pudimos obtener una buena casa. El lugar donde la adquirimos es una buena zona, muy tranquila, pero apartada, por lo que decidimos hace un año mudarnos al centro de la ciudad, dejando la casa cerrada. Cuando dejé mi casa tuve un sentimiento de pérdida enorme y no pude llevarlo todo porque eran demasiadas cosas. Nos mudamos en un apartamento más pequeño y muchos de los muebles y artículos del hogar tuvieron que quedarse. Creo que estaba obrando en mí acerca de los apegos y además reservó ese espacio para una maravillosa familia que ahora vive en ella. Lo curioso es que durante todo ese año no eché de menos absolutamente nada de lo que se quedó, con excepción de un cuadro que un amigo nos regaló y que no pude llevar porque no tenía donde colgarlo.
Mientras empacaba en las cajas me decía a mí misma: "¿De dónde salen tantas cosas?". Realmente se vuelve un trabajo fastidioso el mudarse porque tenemos que decidir sobre cuáles cosas llevar, cosas que nosotros mismos adquirimos y que muchas veces ni las hemos usado. Ahora me he vuelto a mudar y me he visto precisada a dejar entre otras cosas mi sofá preferido. Lo había comprado en una de esas tiendas que uno cree que por adquirirlo allí es lo más valioso que uno compra, sin embargo, solo ahora que escribo la nota rememoro el sofá que ahora está en muy buenas manos. No lo traje porque no subía por las escaleras del apartamento y era muy pesado, así que hubo que enviarlo el mismo día a un nuevo hogar.
¿Has visto la famosa serie Dance moms? Abby Lee Miller, la instructora de baile, dice una frase que tiene mucho de verdad: "Nadie es imprescindible, todos somos reemplazables". Ella hace alusión a sus niñas y yo hago uso de la frase para hacer alusión a las cosas: "Nada es tan necesario como tú piensas, todo está en tu cabeza". Mientras uno empaca y echa cosas en cajas se da cuenta de que se poseen una gran cantidad de artículos que como mucho se usaron una sola vez.
¿Te ha sucedido que encuentras en una gaveta una blusa o camisa que compraste con euforia y luego dices: "Wao, mira esta camisa donde estaba, ni me acordaba de ella". Es increíble la manera en la que nos dejamos moldear de lo que se vende y de las ofertas de cada día. Nuestra mente fabrica una necesidad que no existe. He tenido que dejar bastante cosas y luego que nos las tengo me doy cuenta de que realmente no las necesito y aun más ni siquiera me acuerdo de que están ahí. Sé que eso no me sucede a mí solamente, si haces el ejercicio de guardar muchas de tus cosas en un armario o closet durante un año te darás cuenta de que tengo razón en esto. Gastamos el dinero vanamente en artículos que perecen y que se olvidan, sin embargo nos cuesta mucho aportar al menos doscientos pesos para la causa del reino, para comprar una leche a un hermano necesitado, dar 5 pesos al limpia vidrios o invertir en el conocimiento. Mi esposo y yo hemos pertenecido al marketing por muchos años y sabemos que la propia mente crea necesidades que no son reales. Hemos tenido que trabajar mucho esto para no involucrar a nuestros propios clientes en la corriente de adquirir cosas que sabemos no van a darle ningún provecho.
Cuando levantamos nuestras familias sobre la cultura de: la mejor casa, la mejor ropa, el mejor vehículo, los mejores artículos, los mejores equipos electrónicos, etc., perdemos de vista las cosas más importantes de la vida, aquellas que perduran para siempre. Nuestra mente se enfoca en ser vistos ante los demás como gente de clase o de alcurnia, y nos volvemos seres arrogantes, inclusive dentro del mismo evangelio. Nos vestimos de humildad, pero vivimos para los demás y no para Dios como solemos decir. Esa famosa frase: "Somos hijos del rey, por lo que yo debo verme como príncipe o princesa", muchas veces se convierte en solo una excusa para satisfacer nuestros propios deseos de grandeza y de vanidad.
Te invito en este día a observar todo lo que posees. Haz el ejercicio de guardar cosas por un tiempo y verás que NO LAS NECESITAS REALMENTE. Luego, sácalas y envíala a otras personas o familias y deja que Dios te use para bendecir a otros. No levantes tu familia sobre la base de adquirir cosas diciéndoles "El que nada tiene, nada vale"; levanta tu familia sobre la Palabra de Dios y los frutos del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, pues contra tales cosas no hay ley (Gálatas 5).