"Verdaderamente este era hijo de Dios"
Mateo 27:54
Hoy inicia de manera concreta la celebración de la Semana Mayor, y digo de manera concreta porque a partir del jueves santo es cuando la mayoría de las personas se preparan para salir de la ciudad a compartir con amigos y familiares, a vacacionar o a quedarse reposados en sus casas. Ese día jueves recordamos la última cena del Señor con sus discípulos, en horas de la noche se sentó a la mesa con los doce y dió la noticia de que uno de ellos le iba a entregar. Dice el relato de Mateo 26:20-22 que ellos se entristecieron y empezaron a indagar cuál de ellos haría semejante traición y Jesús les dio respuesta. A pesar de ese momento de tención, el Señor continuó con la cena bendiciendo los alimentos y enseñando el significado de cada elemento allí provisto en relación a su sacrificio. El relato completo de lo que recordamos en esta semana se encuentra en los capítulos 26,27 y 28 del evangelio según San Mateo.
La semana Santa debe ser un motivo de reflexión no solo para los creyentes. Lamentablemente parece ser que la traición de Judas no se circunscribe solo a aquella noche del jueves cuando al salir del monte de los Olivos lo entrega, sino que hoy día, de alguna manera seguimos entregando al Maestro para ser crucificado, de hecho, nosotros, los mismos creyentes, de vez en cuando le traicionamos y le crucificamos. Es cierto que nos entristecemos y que en lo profundo del corazón nos duele cuando despertamos a la realidad de lo que mal estamos haciendo delante de nuestro Señor, pero por momentos lo olvidamos.
Los tiempos han cambiado, la gente ve esta semana como un desahogo y un descanso para la vida ajetreada. Algunos comparten en familia, otros se vuelcan en sus carnalidades y malos deseos, emborrachándose como si se les fuera a terminar el alcohol o poniendo en riesgo sus vidas y la de los demás al correr con desenfreno y sin la más mínima prudencia en las carreteras, y otros aprovechan para orar y meditar en Dios. Yo creo que se puede compartir en familia, sin dejar de meditar en Dios. Yo creo que se pueda salir de la ciudad sin dejar de meditar en Dios, y también creo que aquellos que hacen todo lo que no es sano y prudente no han comprendido la verdadera razón de este acontecimiento. Después de todo, si el sacrificio de Cristo no hubiese sucedido, esta semana que tanto se aprovecha no existiera; Él fue quien la hizo posible.
Recuerdo que cuando era pequeña mi madre siempre nos hablaba de la importancia de respetar y recordar un hecho que significó la transformación de una humanidad muerta en sus delitos y pecados a la vida. Nos decía: "Cuando muere un familiar terrenal, guardamos el debido respeto durante los días de luto, ¿por qué no tener la debida prudencia y respeto por el que nos ha dado su vida?". Pienso en ello. No se trata de poner la cara larga y andar en cenizas, se trata de mantener una conexión que va más allá del pensamiento, una conexión desde el corazón, que generará la reflexión, la debida prudencia y la gratitud.
Este es un tiempo propicio para meditar sobre el rumbo que llevamos como individuos, como familia, como parte de una comunidad y de una nación. Es un momento idóneo para enseñar a nuestros hijos el valor del sacrificio de Cristo en la cruz, y a los que ya lo saben seguir rememorando eso que ya conocen, volver a los cimientos de unidad y dar gracias a Dios por su inigualable amor, por perdonarnos y darnos la oportunidad de volver a vivir en paz.
Que en esta Semana Mayor la luz de Jesús y su incomparable amor renazca en nuestros corazones para ser expresado a todos los que nos rodean, con manifestaciones de bondad, se servicio y de misericordia. Que nos lleve a ver la necesidad en nuestro propio hogar de perdón y de atención para con nuestros hijos, esos que con el afán y la cotidianidad muchas veces dejamos a un lado. Que la resurrección nos traiga una nueva esperanza, un nuevo pensamiento de vida. La resurrección es el núcleo y la razón de ser de la vida cristiana, porque si Cristo no hubiese resucitado vana sería nuestra fe.
Disfruta en esta semana sanamente, visita a tus amigos y familiares, sientate debajo de un árbol a disfrutar unas ricas habichuelas con dulces, si vas a la iglesia (ojalá que así sea) hazlo con alegría y gozo, es más, si vas a ir a la playa o a un río ve, y lo que vayas a hacer hazlo con moderación y prudencia. No olvides tu cinturón de seguridad y colocarlo a los que van contigo, pero tampoco olvides en medio de todos esos movimientos que Cristo murió por ti y que su sacrificio hizo posible lo que hoy estás disfrutando. Dios te bendiga.